Emma ha sido contratada como cuidadora nocturna del Sr. Cunningham. El que fuera un pilar de la comunidad local tiene demencia y ha sufrido un derrame cerebral, por lo que está solo en su destartalada casa. Rara vez se despierta, así que debería ser sencillo: darle la vuelta dos veces por la noche para que no se le acumule líquido en los pulmones y ya está. Pero Emma pronto empieza a preocuparse de que los crujidos y gemidos que resuenan en la casa tengan una raíz más siniestra que las antiguas cañerías y el silbido del viento.