Ana vive su juventud en el Valle de Abdalajís (Málaga). Pero su vida da un giro total y, junto con un grupo de valientes y decididas mujeres, inicia una labor caritativa en favor de los más necesitados, especialmente ancianos abandonados, niños huérfanos y personas en situación de vulnerabilidad. Con el tiempo llegaría a fundar la Congregación de Madres de Desamparados y San José de la Montaña. 30 años después de su muerte sus restos son robados en plena guerra civil española.