Cato tiene 19 años, vive en el conurbano bonaerense junto con Rosa, su madre y su hermana Yenny que aun cursa la escuela secundaria. Las horas que debería estar trabajando para colaborar con su mamá en el sostén de la casa, las pasa con los amigos del barrio en largas sesiones improvisadas de freestyle, trap, rap y rimas. Ese es su mundo, esa es su pasión. Cato sueña con un futuro en la música, pero todo lo que lo rodea parece oponerse a su sueño. Su novia Mica reconoce en él un talento inusual, un brillo que nadie está viendo y lo empuja a que salga a buscar lo que su deseo manda. Pero a la vez que lo ayuda, Mica lo involucra en el lado B de su vida: sus vínculos con un tipo pesado que la tiene casi rehén de una red delictiva. Un incidente barrial aparentemente menor desata una seguidilla de eventos que terminan en tragedia. De manera accidental, mientras hace bromas con su hermana, Cato quema la bandera del club de futbol del Ruso, un vecino poco amigable. El Ruso le pega una paliza y a las pocas horas el castigo se viraliza en las redes sociales. Cato no soporta la humillación, se descontrola, y con un arma que le ha dado Mica entra en medio de la noche a intimidar al hombre, a dejar en claro quién es quién. Un tiro se escapa y de en un blanco impensado: Rosa, la madre de Cato, estaba allí, pasando la noche con su amante. Es el fin su vida, de todo lo que había soñado y proyectado. En medio del precipicio, Cato decide rendir un último homenaje a su madre y graba un trap inspirado, casi iluminado. El tema no tarda en convertirse en hit. Cato renace de sus cenizas, transformando el dolor y la culpa en algo que de un nuevo sentido a su vida.